Abstract
Antes de que nos pusieran esas imágenes de plásticos en basureros y mares, o saliendo de la nariz de una tortuga en forma de popote, la humanidad pensaba y sentía que los plásticos eran el “material por excelencia”: baratos de producir, resistentes, ligeros y versátiles. La palabra plástico viene del griego plastikos, que significa “que se puede moldear”. Por eso se pueden hacer objetos de distintas formas y por lo mismo se utilizan para todo. Ser barato y duradero tiene sus consecuencias, porque se pueden hacer muchos plásticos a bajo costo que persisten mucho tiempo y esto, a su vez, produce una enorme contaminación plástica en el mundo. En general, la idea hoy es tratar de usar menos plástico, para que las montañas de basura plástica (que también están en los mares) vayan disminuyendo. Lo sabemos y somos conscientes de ello. El problema ahora es con los plásticos que no salen en la foto, que no se ven y que no sabemos el daño que pueden hacer. Son los llamados micro- y nanoplásticos, pequeños pedazos que se van formando cuando el material, que es tan resistente, se va partiendo hasta formar pedazos de menos de cinco milímetros (microplásticos) o menores a cien nanómetros (nanoplásticos). De hecho, comemos el equivalente a una tarjeta de crédito al año de micro y nanoplásticos. Eso ¿nos hace daño? ¿Qué se sabe? Se sabe poco, pero se sabrá más. Por lo pronto esto es parte de lo que tenemos.